jueves, 15 de septiembre de 2011

La desnudez de lo sincero






En el paisaje de Cándido, hecho de tonalidades ingrávidas, con los blancos desnudos del papel como un  color constitutivo más, todos somos preteridos sin mayor intención que la grandeza de la soledad, en la que parece más fácil hablar en mudo silencio con la desnudez de lo sincero, para decirnos aquellas cosas que omitimos mientras las entrañas rabiaban por gritarlas, por desvelarlas, en tanto aquél o aquélla a la que en realidad amábamos, se nos iba cada vez más lejos hasta difuminarse tanto que dejaba de existir, aun existiendo.


Fragmento del texto de Antonio Arbeloa




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